martes, 22 de septiembre de 2015

Mirar, escuchar, pensar, contar.

Hoy en clase de comunicación nos hablaron de la importancia de las cosas que decimos y de la importancia de como decimos esas cosas. De una manera porcentual, las cosas que decimos solo importan un 7%, mientras que el como las decimos importa un 93%, es decir, el tono, nuestros gestos, tonos, miradas… O sea, nuestra comunicación no verbal. También explicaron lo relevante que puede ser el tipo de relación que tenemos con la persona que nos comunicamos, ya que según esta tendremos gestos diferentes al comunicarnos. Al mismo tiempo nos advirtieron de que si alguien que te conoce de verdad, sabe cuando tu lenguaje corporal es diferente, nota el cambio y es completamente imposible ocultárselo.

Cuando hablaron de esta parte pensé en ti, ¿sabes? Recordé las tantísimas veces en las que me preguntabas que qué me pasaba nada más verme, solo porque venía andando con la cabeza baja o simplemente porque te miraba diferente. Creo que eso es algo poderoso, quiero decir, conocer el estado anímico de una persona solo por una mirada es algo realmente poderoso difícil de conseguir con cualquier persona. A veces pienso que nadie sabrá mirarme como tú lo hacías, analizando cada milímetro de mi cara, cada gesto por mínimo que fuera… También creo que jamás miraré a nadie como te miraba a ti, con ilusión por cada uno de tus gestos y cada una de tus miradas, pero quizás la cuestión sea encontrar a alguien que me mire de una manera diferente, y a quien mirar como nunca he mirado antes, de un modo tan increíble como nos mirábamos tú y yo.

Explicaron lo fundamental que es saber mirar con atención, pero también recalcaron la importancia de saber escuchar, y de saber pensar para poder escribir y comunicarnos correctamente. En ese momento me volví a acordar de ti, ¡qué menos! Me escuchabas como nadie, y siempre siempre sabías que debías decirme. Yo escuchaba las típicas historias de tus aventurillas, y a pesar de que nunca creí que supiera escuchar a alguien tan bien como tú me escuchabas, lo intentaba, y te juro que recuerdo cada una de esas historias, con cada detalle, porque lo que realmente sabía hacer era admirarte, te ponías inmensamente feliz cuando las contabas, y eso era digno de admirar.

En cuanto a lo de pensar… Sí te recordé, pero quizás no en la manera que me habría gustado. Recordé los últimos días, cuando tenía que pensar todo lo que quería decir antes de decírtelo a ti, tenía que cuidar lo que decía y sobre todo como lo decía, y no dejaba de pensar que sería de mí o que sería de ti, o hasta que punto aguantaríamos fingiendo ser algo que ya no éramos, algo que hacía mucho que dejáramos de ser. ¿Que si contigo aprendí a pensar? Joder sí, sí aprendí.

Pero después de todo, es hora de que te agradezca todo, me has enseñado a mirar la vida con detalle, a escuchar con interés, me interesase o no lo que oía, y sobre todo me has enseñado a pensar, a pensar en todo lo que me rodea, me afectase de forma directa o no. En cierta manera, aunque en su debido momento no lo viese así, me has enseñado a comunicarme con el mundo, pero sobre todo, me has enseñado a comunicarme conmigo misma.


Gracias a ti, sé mirarme como debería, sé escuchar lo que quiero decirme, y sé pensar en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario