Hoy
en clase de comunicación nos hablaron de la importancia de las cosas
que decimos y de la importancia de como decimos esas cosas. De una
manera porcentual, las cosas que decimos solo importan un 7%,
mientras que el como las decimos importa un 93%, es decir, el tono,
nuestros gestos, tonos, miradas… O sea, nuestra comunicación no
verbal. También explicaron lo relevante que puede ser el tipo de
relación que tenemos con la persona que nos comunicamos, ya que según esta tendremos gestos diferentes al comunicarnos. Al mismo
tiempo nos advirtieron de que si alguien que te conoce de
verdad, sabe cuando tu lenguaje corporal es diferente, nota el cambio y es completamente imposible ocultárselo.
Cuando
hablaron de esta parte pensé en ti, ¿sabes? Recordé las tantísimas
veces en las que me preguntabas que qué me pasaba nada más verme,
solo porque venía andando con la cabeza baja o simplemente porque te
miraba diferente. Creo que eso es algo poderoso, quiero decir,
conocer el estado anímico de una persona solo por una mirada es algo
realmente poderoso difícil de conseguir con cualquier persona. A
veces pienso que nadie sabrá mirarme como tú lo hacías, analizando
cada milímetro de mi cara, cada gesto por mínimo que fuera…
También creo que jamás miraré a nadie como te miraba a ti, con
ilusión por cada uno de tus gestos y cada una de tus miradas, pero
quizás la cuestión sea encontrar a alguien que me mire de una manera
diferente, y a quien mirar como nunca he mirado antes, de un modo tan
increíble como nos mirábamos tú y yo.
Explicaron
lo fundamental que es saber mirar con atención, pero también
recalcaron la importancia de saber escuchar, y de saber pensar para
poder escribir y comunicarnos correctamente. En ese momento me volví
a acordar de ti, ¡qué menos! Me escuchabas como nadie, y siempre
siempre sabías que debías decirme. Yo escuchaba las típicas
historias de tus aventurillas, y a pesar de que nunca creí que
supiera escuchar a alguien tan bien como tú me escuchabas, lo
intentaba, y te juro que recuerdo cada una de esas historias, con
cada detalle, porque lo que realmente sabía hacer era admirarte, te ponías inmensamente feliz cuando las contabas, y eso era digno de
admirar.
En
cuanto a lo de pensar… Sí te recordé, pero quizás no en la
manera que me habría gustado. Recordé los últimos días, cuando
tenía que pensar todo lo que quería decir antes de decírtelo a ti,
tenía que cuidar lo que decía y sobre todo como lo decía, y no
dejaba de pensar que sería de mí o que sería de ti, o hasta que
punto aguantaríamos fingiendo ser algo que ya no éramos, algo que
hacía mucho que dejáramos de ser. ¿Que si contigo aprendí a
pensar? Joder sí, sí aprendí.
Pero
después de todo, es hora de que te agradezca todo, me has enseñado
a mirar la vida con detalle, a escuchar con interés, me interesase o
no lo que oía, y sobre todo me has enseñado a pensar, a pensar en
todo lo que me rodea, me afectase de forma directa o no. En cierta manera, aunque en su debido momento no lo viese así, me
has enseñado a comunicarme con el mundo, pero sobre todo, me has
enseñado a comunicarme conmigo misma.
Gracias
a ti, sé mirarme como debería, sé escuchar lo que quiero decirme,
y sé pensar en mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario